MUSEO
No me gustan las entrevistas. Se lo
dije a Cristel. Me preguntarán y me preguntarán hasta desgastarme,
y como polvo de piedra no sabré reponerme. No sabré.
Todo gira alrededor de lo otro,
pocos
se muestran interesados en la verdadera importancia de
lo que mueve al hecho de pintar así. La tendencia. El movimiento
neurótico de búsqueda. La fuente inabarcable de sufrimiento
insatisfecho que desbordada desaparece en un riachuelo de lodo y
mosquitos. Eso es lo que importa. Mucho más que la inercia y el peso
que te obliga a precipitarte sobre
el color. La tendencia. La nueva grieta por la que
detonar la piedra. La estupidez nacarada
que justifica en si misma el brillo que ella misma proclama, un
brillo espasmódico, y
la ansiedad progresiva
encerrada en una modernidad de camiseta.
Hoy
no llueven Kafkas. Está todo quieto. La lluvia pausada empapa los
cuerpos para que se presten atención, para que se sientan, para que
bajen la mente a la altura del pecho y bombeen allí una verdad casi
sincera.
Fuera
se celebra la fiesta de la democracia. Cualquiera puede votar para
que esto se mantenga igual, sin cambios aparentes. Yo estoy aquí
sentado ante esta obra que es arte porque está aquí. Los engreídos
dicen que es arte porque tú lo haces arte, y que el artista es un
vínculo. Esto no me vincula a nada más que a la risa. Me entra la
risa mirando esta obra “AZUL”, heredera de la corriente
monocromática que se mofó de los mismos esquemas viejos que hoy nos
empeñamos en volver a exaltar. Qué risa. Como la moda, que siempre
vuelve a la paleta de estupideces y aciertos que necesitamos para
existir. Es difícil mirar AZUL y no pensar en la estupidez -¿no
crees?-, en la justificación de cualquier moda necesaria para mover
de nuevo la rueda de la fortuna.
No
me gustan las entrevistas. Puede que me pregunten alguna simpleza y
pueda responder con sarcasmo.
Hay
una historia detrás de todo esto. Hay algo submarino que impregna de
viscosidad acuosa cada rincón de la obra. La sal aparece en la boca.
La luz entreabierta se filtra entre las corrientes móviles del
plancton turbio. Hay una falta de oxigeno hacia la superficie. El sol
huye cansado dejando la profundidad abandonada y en lo oscuro, si hay
peces distraídos mirando en las sombras. Hay una búsqueda
asfixiante,casi
asmática, por estar en esa élite que decide lo que debe ser y no
ser entre burbujas y orificios.
Fuera
se celebra la fiesta de la democracia. Yo quise votar ayer por correo
para que no sirviera, en blanco. Me preguntarán y odio las
entrevistas. Seguro que no se dan cuenta. La GRAN OBRA DE ARTE
esconde los matices, los defectos disimulados, la frustración. No se
darán cuenta. Es un detalle demasiado sutil como para cambiar de
repente una entrevista preparada, una exposición, toda la piel de un
personaje.
Tendría
que haber rajado el cuadro por la mitad. Como una herida azul que
busca la sangre rebelde y se queda seca. Como el tiempo azul cortado
por un destino inaprensible que pretende avisarnos.
Como una boca mostrándose
oblicua en una mueca burlona que
desprecia nuestra soberbia de cultura
prêt-à-porter.
¿Hay
una historia detrás de esto? Tal vez solo
la prisa. La
desidia. La
pereza pastosa del
encargo, como
una clase por dinero que no me interesa dar. Tal vez la venganza
hacia el
desprecio que recibí y que todavía
me revuelve,
entre el
oropel, con
terciopelo pegado a las paredes de mi garganta.
No toso sangre pero me ahoga.
Miro
mi obra. AZUL. Y me dispongo a mentir de nuevo. Nadie sabe nada de mi
porque no estoy nunca. Mi obra está de moda. Yo no. Nadie se dará
cuenta de la raya
que acabo de pintar con un rotulador rojo
mientras el de seguridad no me vigilaba. Es
su obra, ¿Cómo va a perpetrar
cualquier acto vandálico?
Habrá pensado para si con ese lenguaje anquilosado de la seguridad.
Mañana
los titulares no hablarán de rayas
rojas
sino de “resultados satisfactorios”, de “no cambies
nunca,Presidente,Presidente” y de “voy a gobernar para todos”.
Jamás tendría que haber aceptado esto. Ha sido un pozo
amargo.
Tendría que haber sido fiel a los maestros Incoherentes. Dejar el
lienzo vacío y titularlo Todo
se fue con la riada del 57.
Pero
no. El pintor de la profundidad trascendente.
El artista que desnuda sin escrúpulo la desorientada superficialidad
postmoderna con
su
azul abisal. No. El artista más incisivo de la nueva vanguardia no
puede abandonar su alegato. No
puede ser mortal y simple. Él,
no. ¿Y tú?
Voy
a pintarme algunas rayas en la cara a ver si pillan la indirecta. Tal
vez tenga suerte y la periodista se confunda de sala o de mesa
electoral.
Nadie
verá la raya roja. Como los indígenas americanos no vieron llegar
los barcos españoles porque no sabían lo que eran. Tal vez Cristel.
Por algo es la única que sabe. Me la imagino con un pañuelito
mojado en saliva intentando borrarla furtivamente mientras los demás
se vanglorian de la impresionante belleza profunda de este mamotreto
de 3x5;15 metros cuadrados.
La
periodista ha llegado atolondrada. Me saluda con un gesto amable y se
queda boquiplática ante el cuadro abriendo los brazos.
-
Háblenos
de su magnífica obra, señor Hornick. ¿Es cierto -pregunta
entusiasmada- que pretende denunciar la indefensión de las minorías
de
rayas
rojas
ante la implacable dictadura azul de lo establecido?
-
Exactamente. Es como una fiesta de la Democracia.